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PROHIBIDO PESCAR

Juan Yáñez                                                                                   Cuaderno de viaje

EL Ganges a su paso por Rishikesh 






El Ganges serpenteando entre las montañas
                                            En la milenaria India, a los pies de las  altas cumbres del Himalaya se encuentra Rishikesh, una localidad considerada sagrada donde acuden muchos fieles del Hinduísmo, atraídos por la tradición religiosa y por los numerosos lugares de devociónales que allí se encuentran. Esta santa y pacífica ciudad está edificada a ambas  márgenes del sagrado río Ganges, quien raudo, caudaloso y con un hermoso  color azul verdoso,  serpentea por entre la montañas. Allí los peces abundan y  nadie osa molestarlos,  sino que por el contrario se les protege y alimenta. Muchos de ellos de eran lo suficientemente grandes como para sobrepasar el kilogramo de peso.

Playa a las orillas del Ganges
Era posible verlos en gran número en la superficie, disputándose los alimentos que caritativamente le ofrecían los peregrinos, cuando estos atravesaban el río a bordo del bote que los cruzaba de una orilla a otra. Consideraban --según sus creencias, que si el río era sagrado por ende también lo
serían los peces que allí
habitaban.


Además el hinduismo prohíbe el sacrificio de animales para la alimentación y los fieles jamás atraparían un pez para ese fin, como tampoco consentirían que alguien lo hiciere. Allí los peces gozaban de la protección incondicional de todo el mundo.


Un buen día, recorriendo aquellos lares, el destino nos hizo estar  presente cuando un visitante o más bien  turista de origen occidental tuvo la inoportuna idea –al no ver ningún cartel que lo prohibiera-- de ponerse a pescar. Iba preparado con una novísima caña con su correspondiente reel, equipo de última generación, que seguramente acostumbraría a emplear en todo lugar del mundo que visitara y encontrara pesca. Lo cierto que este hombre, inocente en grado extremo, con una ingenuidad propia de un niño lanzó al río la línea con su infaltable anzuelo.


Al instante llegó una multitud increpándolo severamente. El pobre hombre no advirtiendo el porqué de esa agresión a la que se sumaban cada vez más personas, retrocede aterrado abandonando la caña. Le hablan en lenguas que no conoce, lo que sí está seguro es que no lo están alabando y cuando ya no se salvaba de una inevitable paliza, surge alguien, que ajeno a la intolerante chusma, lo protege y repele a los agresores, calmándolos con energía hasta serenarlos.


Cuando se hace silencio este providencial salvador le habla a la turba explicándoles sobre el desconocimiento absoluto e inocente de las reglas por parte del extranjero y luego se dirige a éste, hablándole en inglés y explicándole la falta cometida.


El hombre ya a salvo, poco a poco comenzó a recuperarse aunque aún sobradamente confundido, sin alcanzar  a comprender las razones de tipo  religioso por las que fue atacado,  bosquejó una torpe sonrisa y sin perder la suprema candidez que lo caracterizaba se excusó y a modo de réplica, expresó: --Nada de esto hubiera ocurrido, si se hubieran percatado de poner un cartel que dijera: PROHIBIDO PESCAR………, pues.

La imponente solemnidad de Sri Shiva en Rishikesh

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