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Stefan Zweig, última hora

El 22 de febrero se cumple el setenta aniversario de la muerte del gran escritor de la Europa de entreguerras.

SERGI DORIA – abc (Madrid)
Día 20/02/2012

Stefan Zweig se fue de este mundo en febrero de 1942, pero había empezado a morir en mayo de 1933, cuando los jóvenes bárbaros del doctor Goebbels quemaban sus libros en la berlinesa Bebelplatz. Era el preámbulo de la prohibición en Alemania del autor más leído de entreguerras. En aquel ostracismo, con un equipaje tan ligero como la esperanza, Zweig escribió biografías sobre personajes enfrentados a periodos convulsos: María Estuardo, Erasmo… Su «Castellio contra Calvino» (1936), ambientado en la Ginebra que envió a la hoguera a Miguel Servet, constituía un alegato contra el totalitarismo: «Tolerancia frente a intolerancia, libertad frente a tutela, humanismo frente a mecanización, conciencia frente a violencia… Todos estos nombres expresan una opción que en última instancia es la más personal y la más íntima, la que para el individuo resulta de mayor importancia: lo humano o lo político, la ética o la razón, el individuo o la comunidad…».
En 1941, Zweig evocaba «El mundo de ayer», la amarga memoria de un europeo condenado a la condición de apátrida. En veinte años, aquel ciudadano del mundo asistió a la desaparición del imperio austrohúngaro y vio su Viena natal convertida en 1938 en capital de provincias del III Reich. Libros, conferencias, discursos radiados, hoteles... Alejado de sus raíces, con sus colecciones de autógrafos de Napoleón, Beethoven o Goethe en manos de la Gestapo, Zweig ultima su autobiografía, escribe la claustrofóbica «Novela de ajedrez» y aguarda la edición inglesa de su ensayo sobre Brasil.
Todos los territorios resultan hostiles para un judío cosmopolita, doble condición demonizada por comunistas y nazis. Divorciado en 1938 de su esposa Friderike María y a punto de cumplir 60 años, Zweig culminará el último viaje con Charlotte Elisabeth Altmann, la secretaria treintañera con la que se casa en 1939. Cuando recibe la noticia del pacto germano-soviético, colige que nunca más podrá regresar a Europa. Allí dejó perdido su «Balzac», y «perdidos están todos los países en los que yo había arraigado, ya que el mundo inglés y el americano no son mi mundo...».
La Blitzkrieg hitleriana reduce todavía más el territorio del escritor acosado: «Aquel día de septiembre de 1939 pone punto final a la época que formó y educó a los que ahora tenemos sesenta años», apunta en «El mundo de ayer». Le quedaba Londres, hasta que la Luftwafferedujo a escombros el edificio de su editorial inglesa. Viajará a Nueva York, Córdoba, Rosario, Montevideo, Santa Fe, Río… hasta el último refugio de Petrópolis. El ambiente fascistoide de Argentina y Brasil le hace pensar que Hitler invadirá, también, Hispanoamérica. El ataque japonés a Pearl Harbour y la entrada de Estados Unidos en guerra no atenúan su desasosiego; el 20 de enero de 1942, Heydrich y Eichmann rubrican en el lago Wannsee la siniestra «solución final». Cada vez más aislado, Zweig dialoga con Montaigne, Balzac, Goethe y Tolstoi. Petrópolis no es Viena y echa en falta una buena conversación. Mantiene relación epistolar con Friderike, su exmujer: «Aquí yo sólo tengo naturaleza y libros, viejos libros que leo y releo una y otra vez…».
Febrero del 42. Resuena el carnaval de Río: un Zweig apesadumbrado prosigue un estudio sobre Vespucio con fuerzas menguantes y recibe una carta de Roger Martin du Gard: «Nuestra generación está obligada a permanecer tranquila y a desaparecer del escenario con un ademán de dignidad». La frase de su amigo se une a las que el escritor subraya cuando Montaigne habla de la muerte. El último día de su vida, Stefan y Charlotte Elisabeth reservaron habitación en un hotel. En la mesilla de noche, un frasco de Veronal y las cartas, selladas, de despedida… Los encontraron estirados en la cama, abrazados y con manchas de sudor por la temperatura tropical: él, con la elegancia acostumbrada; ella, con la mano entrelazada con la del escritor. La última hora es que la obra de Zweig mantiene toda su vigencia: momentos estelares de nuestra biografía lectora.

Canon Zweig

Zweig fue reeditado en Hispanoamérica en traducciones del argentino Alfredo Cahn para Claridad que llegaron a España con algún corte censor. Tras décadas de olvido, el editor Jaume Vallcorba recuperó en Acantilado la mayoría de su obra: una cincuentena de títulos entre ensayos, biografías, novelas y cuentos. Entresacamos diez títulos imprescindibles: «El mundo de ayer», «Novela de ajedrez», «Impaciencia del corazón» (editado también como «La piedad peligrosa»), «Calidoscopio» (en particular los relatos «Noche fantástica» y «Mendel el de los libros»), «Momentos estelares de la Humanidad», «Fouché», «Carta de una desconocida», «Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia», «Balzac» y «La lucha contra el demonio».
Stefan Zweig escribió la última carta a Friderike Maria, la mujer con la que compartió veinticinco años de matrimonio e inquietudes culturales. También dejó una declaración dirigida a las autoridades de Petrópolis. Era el 22 de febrero de 1942.
EL BLOG OPINA
El desasosiego y el desconsuelo que lo llevara a la muerte, pudo más que su talento como escritor y sus probidades como pensador. Fue un hombre de principios, de inquietudes espirituales y humanas que sobrevivieron en sus escrituras. Formador de criterios, en nuestra juventud lo leímos apasionadamente, hoy en la vejez, aún lo leemos con fervor, entusiasmo y deleite...